Sin duda, uno de los platos fuertes en un viaje a Roma, especialmente para los amantes del arte, de la arquitectura y, por supuesto, para todos aquellos que se aproximen en calidad de creyentes, es la Ciudad del Vaticano. Este estado soberano, el país más pequeño del mundo con una extensión inferior a medio km2 y poco más de 800 habitantes, básicamente se organiza en tres espacios: La Plaza de San Pedro, la Basílica de San Pedro y los extensísimos Museos Vaticanos que incluyen el paso por la Capilla Sixtina.
El Vaticano es un gran protagonista de la Historia de la Humanidad, entre cuyos muros se custodian algunas de las obras cumbre del arte universal
Gran protagonista de las más importantes congregaciones religiosas, la Plaza de San Pedro ha llegado a albergar a más de 300.000 personas en sus 320 metros de largo y 240 de ancho. Fue proyectada por el arquitecto Gian Lorenzo Bernini y construida entre los años 1656 y 1667, precisamente con la idea de convertirse en el mejor escenario posible para las más grandes y solemnes ceremonias religiosas. Tanto es así que la plaza recompensa con impresionantes panorámicas en todas direcciones.
Columnata en la Plaza de San Pedro
Plaza de San Pedro
En sus laterales la plaza cuenta con dos magníficas columnatas formadas por 284 columnas y 88 pilastras, sobre las que se encuentran ubicadas 140 estatuas de santos realizadas por los discípulos de Bernini. En su acceso central encontramos la conexión con la Via de la Conciliazione, una amplia y hermosa avenida recta que conecta con el Río Tíber y el Castillo de Sant’Angelo. Y al frente de la plaza, imponente sobre el conjunto, la gran fachada de la Basílica de San Pedro.
En el centro de la plaza se sitúa un obelisco de origen egipcio, coronado con una cruz de bronce cuyo conjunto supera los 40 metros de altura. Fue traído a Roma nada menos que por el emperador romano Calígula.
La Basílica de San Pedro es uno de los principales atractivos de la visita al Vaticano, además de una de las más inolvidables, tanto por la importancia capital de las obras artísticas que encontrarás en su interior, como por las impresionantes vistas que disfrutarás desde lo alto de su cúpula.
En su sobrecogedor interior es capaz de albergar a más de 20.000 personas. No en vano, con 2’3 hectáreas de extensión, se trata de una de las mayores construcciones del mundo, con proporciones bíblicas: 190 metros de longitud y una nave central con 46 metros de altura.
Su fachada se erige imponente sobre la Plaza de San Pedro, haciendo partícipe a quien la contempla tanto de sus enormes dimensiones como de la extensa historia que atesora.
Basílica de San Pedro
Cúpula de San Pedro
Reloj de San Pedro
Escultura de San Pedro
La Basílica de San Pedro, que fue construida entre el año 1506 y el 1626, es obra de varios artistas, entre los que destacan los nombres de Bramante, Carlo Maderno o el propio Miguel Ángel.
En su interior encontrarás valiosas obras de arte. Por ejemplo, una de las primeras piezas que llamará tu atención será el Baldaquino Central, un templete de bronce con 4 columnas torsas y volutas que se encuentra situado sobre el altar. Se trata de una obra de Bernini, que el escultor, arquitecto y pintor italiano decoró con motivos vegetales, ángeles y formas de telas. Destaca también la Estatua de San Pedro en su trono, realizada en bronce y conservada desde la época medieval.
Sin embargo, la obra más admirada y contemplada de cuantas se atesoran en el interior de la basílica, es sin duda la magnífica “Piedad” de Miguel Ángel, el gran grupo escultórico que el maestro realizó en mármol entre los años 1498 y 1499, y que no sólo se ha convertido en una de las mayores obras escultóricas de la Historia, portadora de muchas de las características paradigmáticas del Renacimiento, sino que ha llegado incluso a conformarse como signo de una narrativa universal cristiana y de las emociones que la acompañan.
Detalle del mosaico de la cúpula
Baldaquino de San Pedro
La Piedad de Miguel Ángel
Podrás ascender hasta la Cúpula, desde donde podrás disfrutar de unas inolvidables vistas que rebasan la Plaza de San Pedro y alcanzan prácticamente toda la Ciudad Eterna.
Se trata de uno de los mayores tesoros artísticos del mundo y una parada obligada para los aficionados al arte que visiten la ciudad de Roma y El Vaticano.
Patio de la Piña
Patio de la Piña
Fue creado a comienzos del siglo XVI con las obras pertenecientes a la colección del Papa Julio II, aunque sus fondos han ido creciendo a lo largo de los siglos hasta el punto de necesitar de numerosos edificios, galerías, salas, etc. para dar cabida a exposiciones arqueológicas, pinacotecas, frescos, colecciones de arte antiguo (egipcio, etrusco, cerámicas,…) y hasta obras contemporáneas. Se disponen, pues, a lo largo de un extensísimo recorrido en el que destaca, sin duda, el paso por la Capilla Sixtina, el culmen de la visita a los Museos Vaticanos.
Si eres un amante de la pintura, no te pierdas la enorme Pinacoteca del Vaticano. Se extiende a lo largo de 18 salas y contiene más de 450 pinturas que van desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Entre sus tesoros encontrarás pinturas de Giotto, Leonardo da Vinci, Rafael, Perugino, Caravaggio, Giovanni Bellini o Tiziano, es decir, nombres absolutamente imprescindibles de la Historia del Arte, de los que, en algunos casos, se exhiben sus obras principales.
Los amantes de la escultura, por su parte, apreciarán especialmente el paso por el Museo Pío-Clementino, en el que disfrutarán fundamentalmente de obras escultóricas correspondientes al período grecorromano. Cuenta con 12 salas a las que se suma el “Octógono” (su patio), y en las que se puede admirar obras como el “Apolo de Belvedere”, el famoso grupo de “Laocoonte”, el “Perseo con la cabeza de Medusa” de Antonio Canova, el “Apoxiomeno”, el “Torso de Belvedere” o el “Sarcófago de Helena de Constantinopla”.
Asegúrate de visitar también las Estancias de Rafael, uno de los museos más importantes del conjunto: Sus galerías fueron los aposentos privados del Papa Julio II, quien encargó a Rafael los frescos que decoraban sus paredes. El pintor trabajó desde 1508 hasta su muerte en 1520, aunque sus pupilos continuaron durante 4 años más una obra que terminaría extendiéndose a lo largo de 4 estancias: la “Estancia de la Signatura” - dedicada a los trascendentales de la filosofía clásica -, la “Estancia de Heliodoro”, la “Estancia del Incendio del Borgo” y la “Estancia de Constantino”.
Imposible enumerar todos los atractivos artísticos de este que es, sin duda, uno de los museos más importantes del mundo, aunque debemos mencionar, al menos, su Galería de Mapas Geográficos, con 40 mapas de las regiones italianas controladas por la Iglesia en el siglo XVI, y pintados al fresco sobre los muros. O también la hermosa Galería de Tapices, en la que destacan los flamencos, realizados entre los siglos XV y XVII.
Los apasionados de los vehículos no querrán perderse la Colección de Carruajes que, además, incluye los “papamóviles” y carrozas pertenecientes a distintos papas.
Por último, una mención especial para el Museo Gregoriano Egipcio, donde destacan sus momias y sarcófagos decorados, y para el Museo Gregoriano Etrusco, con piezas de cerámica, de bronce, oro y plata, del siglo XI a. C. hasta el siglo I.
La simple mención de su nombre nos evoca ya el prestigio de una obra capital que destaca, no sólo en el conjunto de los Museos Vaticanos, sino como uno de los más celebrados pináculos de la Historia del Arte de todos los tiempos.
Aunque en sus paredes es posible admirar frescos de Perugino, Botticelli, Domenico Ghirlandaio o Cosimo Rosselli, la obra adquiere un nivel excelso e inconmensurable gracias a los frescos que el insigne Miguel Ángel ejecutó en su bóveda y en la pared del altar durante cuatro años de duros trabajos. Costó que el escultor aceptara un encargo difícil que suponía para él un gran cambio técnico, pero el resultado alumbraría una de las mayores obras pictóricas de la Historia.
Los trabajos de Miguel Ángel se realizaron entre los años 1508 y 1512, mediante la instalación de unos andamios bajo la bóveda. Se ha documentado frecuentemente la dificultad con la que Miguel Ángel hubo de trabajar, primero por culpa de la postura necesaria para ejecutar la obra - y que terminó dañándole las cervicales - y segundo por el perjuicio que le provocaba en los ojos el goteo constante de los pigmentos.
Escalera de caracol
La creación de Adán
La parte principal de la bóveda, la más admirada por los visitantes, está formada por un total de nueve recuadros que recogen distintas escenas del Génesis bíblico. De todas ellas, la más emblemática es “La creación de Adán”, que retrata con sencillez el instante mismo en que Dios creó la vida humana. Sin embargo, otra de las imágenes más conocidas de la capilla es la llamada “El juicio final”, que Miguel Ángel pintó en el ábside de la capilla tras finalizar la bóveda, y cuya temática fue extraída del libro del Apocalipsis de San Juan.
La Capilla Sixtina es también famosa por otra circunstancia: Cada cierto tiempo, siguiendo al fallecimiento de cada Papa, la sala se convierte en la sede oficial del cónclave en el que los cardenales de la Iglesia se reúnen para elegir al que será su sucesor.
- Basílica de San Pedro (Piazza San Pietro)
En metro, estación “Ottaviano” (línea A). En bus, líneas 34, 46, 64, 98, 190F, 881, 916, 916F y 982.
- Museos Vaticanos y Capilla Sixtina (Viale Vaticano, 51)
En metro, estación “Cipro-Musei Vaticani” (línea A). En bus, línea 49.
- … los Museos Vaticanos reciben en torno a 6 millones de visitantes anuales?
- … sumando su Cúpula, la Basílica de San Pedro alcanza los 136 metros de altura?
- … el Obelisco de la Plaza de San Pedro funciona como reloj solar gracias a una sutil línea trazada en el suelo de la plaza que marca el mediodía? ¡También cuenta en su base con una inscripción con un antiguo exorcismo!
Descripción:Situado entre El Vaticano y el Castillo de Sant'Angelo, es el alojamiento perfecto en el barrio de Pratri.
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