Chipiona

Es un destino de orígenes fenicios, griegos y romanos que pasó a manos de los musulmanes para finalmente convertirse en tierra de cristianos católicos que han vivido de la pesca y del turismo durante las últimas décadas. 

El faro de Chipiona compone una de las imágenes más emblemáticas de la localidad, junto a la desembocadura del río Guadalquivir, en la Punta del Perro. 

Sus 69 metros hacen que sea el más alto de España, y sus más de 300 escalones en forma de caracol lo hacen totalmente visitable, incluyendo su parte más elevada: la linterna. Se iluminó por primera vez en el año 1867 y desde 1963 también sirve para orientar a los aviones gracias a su haz de luz vertical y horizontal. 

Aunque Chipiona alberga diversas playas como la de Camarón, la de las Canteras o la de la Cruz del Mar, la más significativa es la Playa de la Regla. El paseo marítimo que va en paralelo a ella presenta todo tipo de servicios y es la más transitada de la localidad debido a su proximidad al casco urbano. 

Su arena dorada se extiende hasta casi chocar con su elemento más decorativo: el Santuario de la Virgen de Regla. Además, goza de unas aguas con un oleaje tranquilo y con alto contenido en yodo, lo que le concede propiedades curativas. 

Es una de las paradas obligatorias del municipio de Chipiona, ya que gracias a su situación junto a la Playa de la Regla es fácil de reconocer y le otorga un toque muy especial. 

Es propiedad de los Ponce de León y se originó como fortaleza a pesar de su uso religioso. Una de sus partes más características es el Patio Mudéjar, procedente del siglo XV y con un suelo decorado con azulejos de Tarifa, aunque el estilo genérico del templo es neogótico. 

Este monasterio franciscano se considera uno de los focos de fe católica más importantes de Andalucía, un punto de peregrinación que no pasa desapercibido para los más devotos. 

Estos corrales son sistemas de pesca muy antiguos que consisten en cercar un perímetro en el mar con piedras, de manera que cuando el oleaje es fuerte arrastra dichas rocas y así las especies quedan atrapadas cuando la marea baja. Cuando esto sucede los catadores se encargan de recogerlas con herramientas específicas para ello, encontrándose algunas como lenguados, pulpos y sepias. 

El origen de esta técnica da lugar a dudas, pues hay historiadores que se decantan porque fueron los árabes quiénes dejaron este legado, mientras que otros opinan que indudablemente se heredó de los romanos. Las razones en las que se basan para argumentar que su origen es romano son las siguientes: los utensilios usados por ellos eran muy similares a los actuales y es que se tiene constancia de que en la isla francesa de Oleron, donde hubo presencia romana, también se realizó este mismo procedimiento. En su interior también se colocan jarifes, unos refugios de piedra que en realidad sirven de cepo para los peces. 

Fuera cual fuese su procedencia, en la actualidad Chipiona aún conserva 9 corrales que gracias a la Asociación de Mariscadores El Jarife continúan siendo una de las maravillas naturales que más merece contemplar en la localidad. 

El origen de esta construcción se desconoce, pero lo que sí se sabe es que fue usado para distintos fines a lo largo de la historia: residencia, cárcel, cuartel y hasta hotel durante los siglos XIX y XX, y que es Bien de Interés Cultural desde 1985. 

Sin embargo, en el día de hoy es el Centro de Interpretación Cádiz y el Nuevo Mundo para mostrar a los visitantes la relación de Cádiz con el descubrimiento, colonización y explotación de América. 

A tan solo unos pasos del casco histórico de Chipiona está situado el Museo del Moscatel, cuyo objetivo es informar sobre la cultura y la historia del vino a través de 7 áreas temáticas, donde de forma concreta se podrán conocer los procesos de producción con los que este brebaje dulce se ha ido elaborando a lo largo de la historia. 

Este cuenta con una enorme bodega visitable y organiza actividades que entrelazan el vino con la gastronomía y el popular flamenco de la zona. 

Esta fue construida en estilo gótico en 1579, aunque en el siglo XVIII pasó a ser de estilo barroco con una decoración concentrada en la portada principal. Las remodelaciones que sufrió en esta época afectaron de forma directa al presbiterio, a las gradas y a la ornamentación exterior. El elemento más destacado de su interior es la imagen de Nuestra Señora de la O, elaborada en madera policromada por Manuel García de Santiago, aunque también resaltan la sillería del coro y las pinturas al fresco.