El día más corto del año es el 21 ó 22 de diciembre, dependiendo si es año bisiesto o no, y ese día es el Solsticio de Invierno. Sin embargo, en el imaginario popular de muchos países, el día más corto sigue siendo el 13 de diciembre, día de Santa Lucía de Siracusa. En Italia y los Países Escandinavos es toda una fiesta. Esto se debe al cambio del calendario efectuado por el Papa Gregorio XIII a finales del siglo XVI, después de que se hubiesen llevado a cabo distintos estudios astronómicos. En el nuevo “calendario gregoriano” instaurado en 1582 acabó con la diferencia entre el calendario civil y el solar. Por ello el 13 de diciembre dejó de ser el día con el sol más bajo y más corto, como venía ocurriendo en el “calendario juliano”, pero la «fiesta popular» ha seguido manteniéndose a través de los siglos.
Lucía era una joven cristiana comprometida con un pagano. Su madre estaba gravemente enferma, así que Lucía rezó a Santa Ágata y prometió que si le curaba, renunciaría a casarse y dedicaría su vida a los pobres y al cristianismo. La madre de Lucía sanó, y la joven decidió no casarse, algo que no sentó nada bien al novio, quien, como venganza, la denunció como cristiana, siendo torturada y finalmente asesinada un 13 de diciembre. La tradición dice que incluso llegó a arrancarse los ojos como señal de rechazo a su prometido y a las persecuciones a la que fue sometida tras su renuncia. Es por eso que se considera a Santa Lucía la patrona de la vista, y que habitualmente sea representada portando una pequeña bandeja con un par de ojos encima.
El culto a Santa Lucía se localizó inicialmente en Sicilia, de donde era natural, pero rápidamente se extendió al resto de Italia y más tarde al resto de Europa, hasta el punto de que en el Norte de Europa se la conoce como “la que lleva la luz”, y su día se celebra haciendo regalos a los seres queridos.
El cuerpo de la Santa fue robado de Siracusa por los Bizantinos, aunque sus restos retornaron poco después a Italia tras la conquista de Constantinopla por parte de los venecianos, reposando desde entonces en la Iglesia de San Geremia de Venecia. Precisamente por su cercanía a la misma, la estación de tren de la capital del Véneto recibe el nombre de “Santa Lucia”.
En Sicilia, concretamente en Siracusa, tiene lugar una de las mayores celebraciones en torno a Santa Lucía, con un gran desfile en el que se traslada la imagen de la santa en procesión, y que termina con un espectáculo de fuegos artificiales en el puerto de la ciudad.
Otro de los lugares donde la celebración de este día es muy importante es Verona.
El origen de la tradición se remonta al siglo XIII, cuando una terrible epidemia causó estragos en los ojos de los niños que habitaban la ciudad, y que sólo acabó tras pedir a Santa Lucía su intercesión, lo que acrecentó la fe en la misma de los veroneses.
En los días previos a la festividad, se elaboran postres típicos, como las “pastefrolle de Santa Lucia”, con formas de caballitos, corazón o estrellas. O el riquísimo “mandorlato”, una variación veronesa del turrón, y que podemos encontrar tanto en los puestos callejeros como en las pastelerías tradicionales de esta ciudad.
Durante tres días se puede disfrutar de los puestos de juegos y dulces y bombones instalados en la Piazza Bra, la plaza principal de Verona. También se puede visitar una maravillosa exposición de belenes, una tradición muy italiana.
Como ya hemos mencionado, también en los países escandinavos es una fecha especial que marca el inicio de los festejos navideños.
Quizás sea en Suecia donde más se vive como una auténtica fiesta, con eventos que organizan y esperan durante todo el año.
La Santa Italiana se convierte en un icono en la sociedad sueca en los siglos XVII y XVIII, más concretamente en la zona de Varmland, donde parece que una niña con velas encendidas en el cabello se aparece a un pueblo hambriento, dándoles cestas con panecillos. Con el tiempo, esta historia y las tradiciones que la acompañan, se extienden por toda Suecia y der allí a otros países escandinavos.
Las celebraciones en su memoria incluyen todo tipo de eventos y concursos populares, como la elección de las “Lucías” en escuelas y ciudades. También se realizan desfiles por las calles en las que los niños, que van vestidos con una túnica blanca y capirotes blancos decorados con estrellas amarillas, llevan velas con luces en lugar de llamas. A los más pequeñitos se les viste de duendes. Todo ello simboliza la “llegada de la Luz”.
Y como no, en una gran fiesta como esta, no pueden faltar los postres tradicionales, como los “lusserkatter” (bollitos de azafrán) y las “pepparkakor” (galletas de jengibre).
La música juega también un papel importante, con conciertos corales en iglesias y teatros, donde los niños y los jóvenes tienen protagonismo absoluto. Incluso hay una canción dedicada a Santa Lucía que se escucha ese día en todas las casas, televisiones y radios, y que todos los suecos se saben de memoria. Se trata de una canción tradicional italiana que ha sido interpretada por los más grandes cantantes clásicos.
Para los suecos, la celebración de Santa Lucía en el Solsticio de Invierno es tan importante como la fiesta de San Juan en el Solsticio de Verano, dos celebraciones que giran en torno al pasado agrario de la sociedad nórdica: oscuridad y luz, frio y calor.
Descubre esta maravillosa fiesta y disfruta de la gastronomía tradicional que la acompaña, en un viaje único que te trasladará a otra época.
¿Has vivido la Fiesta de Santa Lucía en algunos de estos países? Sino, esperamos haberte convencido para que lo hagas pronto.