¿Sabías que Albarracín ha sido propuesta por la UNESCO para ser declarado Patrimonio de la Humanidad? Es una pena que todavía no lo sea porque es un destino realmente encantador, peeeeero la buena noticia es que sí ha sido catalogado como uno de los Pueblos más bonitos de España. Es una opción ideal para los interesados en el turismo cultural, puesto que pasear por sus enredadas calles y divisar las rojas construcciones de su casco histórico forma parte de un viaje que te traslada al medievo en cuestión de segundos.
Debido a la necesidad de defender las interminables fortalezas que había en España durante la Edad Media, Albarracín fue uno de los muchos pueblos que decidió estar flanqueado por una muralla, y aunque las comparaciones son odiosas, su forma puede recordarnos vagamente a la situada en Pekín; solo que esta es un poquito menos extensa.
La construcción original data del siglo X, un castillo de origen musulmán situado en lo alto de un peñasco que se extiende por un perímetro amurallado, aunque posteriormente sus paredes y torres fueron fruto de varias remodelaciones y ampliaciones que terminaron por cercar completamente el casco histórico de la localidad. Fue un alcázar perteneciente a la familia de los Banu-Razin en el siglo XI y en la actualidad ha sido declarado Bien de Interés Cultural, actuando a su vez como un excepcional mirador.
Una de las grandes edificaciones de su centro histórico es la Catedral del Salvador, una joya del gótico levantino procedente de principios del siglo XVI. Todo su interior puede visitarse, desde el coro y el retablo de San Pedro, hasta el claustro que está directamente conectado a través de una escalinata con el Palacio Episcopal, donde se encuentra el Museo Diocesano, que alberga una interesante colección de tapices y orfebrería originarios de la Bruselas del siglo XVI.
En el siglo siguiente este santuario fue redecorado y desde ese momento sobresalen la Capilla del Pilar y las pinturas de los retablos de los muros laterales. El último elemento de este templo en ser levantado fue la torre campanario, formada por 3 cuerpos, siendo el último de ellos coronado por un chapitel piramidal cubierto con cerámica mudéjar que predomina sobre el resto de las construcciones gracias a sus matices azules, blancos y amarillos.
Las calles de Albarracín son como un laberinto continuo de calles y arcos, pero a pesar de ello se puede decir que el centro del que parten las principales arterias de la localidad es su Plaza Mayor, que presenta una forma irregular bastante atípica.
Se trata de una plazuela pintoresca que actúa como punto de encuentro de muchos lugareños y como lugar de visita de muchos turistas, pues bien es sabido que contiene el edificio del ayuntamiento, originario del siglo XIV y con soportales en su parte más baja.
Justamente en uno de los laterales de la calle Santiago está situada la Casa de la Julianeta, una de las más simbólicas del conjunto histórico de Albarracín. Fue construida en madera y yeso sobre un terreno bastante irregular, de ahí su peculiar forma y distribución, aunque su interior ha sido rehabilitado para intentar conservar su carácter tradicional y residencial. Lo más curioso es que sus rústicas salas se han convertido en talleres en los que muchos artistas encuentran la inspiración día a día.
Sin duda, la Casa de la Julianeta es uno de los monumentos más espectaculares de Albarracín, así que no olvides coger tu cámara y tomarte una súper fotografía desde el ángulo que ofrece el Portal de Molina.
Aparte de ser un gran paraíso cultural, Albarracín también se caracteriza por estar situado en uno de los enclaves naturales más ricos y diversos de la zona. El Museo del Juguete y el centro museístico Mar Nummus son perfectos para disfrutar en familia, pero el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno es también ideal para los que buscáis contemplar arquitectura y belleza natural.
¿Qué vais a encontrar allí? Como su propio nombre dice se trata de un pinar de pino resinero que no solo ocupa gran parte de este municipio, sino que se extiende a Bezas y Gea de Albarracín. El águila real es el protagonista de este paraje, que bate las alas dejando a sus pies las pinturas de arte rupestre levantino que se camuflan entre el verde de los árboles y el rojo de sus formaciones rocosas.