Seguro que al leer la palabra Pernambuco lo primero que te viene a la cabeza es un lugar muy lejano, probablemente despoblado y cuya única referencia conocida son los cómics de “Mortadelo y Filemón”. Pues prepárate para adentrarte en en el que puede ser tu próximo destino de viaje: una de las zonas más bellas de Brasil con un potencial turístico en pleno despegue.
La región de Pernambuco se encuentra ubicada al nordeste de Brasil. Compuesta por 185 ciudades y pueblos, su territorio acoge a casi 8 millones de habitantes. En este punto, puedes empezar a pensar que, tal vez, tan deshabitada no estaba.
Y no solo de ciudadanos vive Pernambuco, sino que, de entre sus múltiples atractivos, podemos destacar sus infinitas playas (las buenas lenguas dicen que son las más bellas del país), el ecoturismo, los monumentos históricos o las fiestas tradicionales. ¿Preparado para recorrer algunos de sus secretos junto a nosotros?
Para hablar de Pernambuco como destino turístico, debemos tratar cada área o ciudad por separado. Podemos hacerlo comenzando por su capital, Recife, una de las ciudades con mayor número de habitantes (y de planes por hacer) de Brasil.
Algunos la denominan la “Venecia de Brasil”, pues tiene 50 canales y 39 puentes sobre los cinco ríos que discurren por ella. Pero los más puristas dicen que cualquier parecido entre ambas es pura coincidencia. Recife es una ciudad de contrastes en la que puedes pasear entre rascacielos y grandes avenidas; andar unos metros y encontrarte en la orilla de una playa de arena dorada; y continuando unos pasos más allá, darte de frente con bellos edificios coloniales.
Se trata de una ciudad hecha para viajeros con gusto y curiosidad. Sus calles ofrecen todo tipo de estímulos inesperados, vías idóneas para aquellos que gustan de captar momentos únicos y enclaves especiales. De Recife también dicen que guarda similitudes con Ámsterdam. Y pensarlo no es tan descabellado pues en el siglo XVII la ciudad estaba controlada por los holandeses.
Hay dos zonas en esta ciudad que deben estar en tu ruta de viaje: Una de ellas es la parte cercana al puerto y a los ríos, en la que encontrarás hileras de edificios coloniales portugueses sobre las riberas. Esta visita es recomendable hacerla en un día entre semana. De este modo puedes vivir el ritmo de un ciudadano de a pie y descubrir el encanto de su cotidianeidad. Y la otra zona que no debes perderte es el Recife Antiguo, lugar caracterizado por sus edificios decimonónicos, un fuerte holandés (no un acento muy marcado sino una edificación bélica) y algunas iglesias coloniales.
No está de más si nos ponemos pesados con el curioso contraste entre los campanarios de adobe de las construcciones religiosas y los rascacielos vanguardistas de acero y cristal. Pero se trata de una estampa que difícilmente podemos encontrar en Google.
También en estas calles de la zona vieja de Recife puedes acabar en una antigua cárcel (siempre como puro espectador) actualmente destinada a acoger una feria permanente de artesanía. La antigua cárcel tenía una capacidad para 200 presos y en 1973 fue rehabilitada para su uso actual. Cada una de sus celdas es una tienda diferente. Más original, a la par que útil, imposible. Si quieres hacerte con algunos souvenirs o regalos, aquí podrás encontrarlos: objetos de cerámica, madera, cuero…
Continuando con la ruta del recuerdo, podemos visitar un par de mercados más en los que adquirir comida y merchandising de la zona. El Mercado São José también merece unos minutos de tu tiempo. Su ubicación es casi tan pintoresca como la de la cárcel pero, en este caso, destaca porque el edificio de hierro en el que se ubica fue traído de Europa en 1875. Aquí podrás probar mucha de la comida autóctona de la zona, pues la mayoría de puestos son de alimentación, pero también cuenta con muchos tenderetes de artesanía a buen precio.
Para aquellos curiosos que prefieren alejarse un poco de los rincones más turísticos también está el Mercado de Boa Vista. Lleva en funcionamiento desde 1823 y se trata de un lugar popular con precios económicos. Es perfecto para sentir el estilo de vida recifense.
Si tu visita a Pernambuco te lo permite, debes visitar el barrio de Brasilia Teimosa. Se trata de la zona en la que viven los pescadores recifenses quienes lucharon contra la especulación urbanística para mantener sus hogares. Ahora, continúan viviendo en las mismas casitas bajas en que vivieron sus antepasados, pero rodeados por enormes edificios de 30 y 40 pisos de altura. Un contraste que te dará dolor de cuello pero que merece la pena contemplar en persona.
Si a estas alturas del relato te ha entrado hambre, puedes optar por entrar en alguno de los restaurantes de comida al peso. Es bastante habitual que estos bares no tengan menú y que el plato se te cobre al precio que marca una balanza. En los restaurantes de Recife podrás degustar platos preparados con pescados como las peixadas; carnes de buey, carnero, los ensopados de camarón, las casquihas de sirí… Recetas elaboradas con muchos condimentos y muy sabrosas.
Además, si tu ruta continúa por otras ciudades de Pernambuco, no olvides probar el resto de especialidades: la buchada (trozos de carnero muy especiados y cocinados en una especie de bolsita hecha con el estómago del animal); mano de vaca (son las patas del buey sin los cascos y cocidas) y la carne de sol (carne secada al sol y posteriormente frita o asada).
Una buena fecha para visitar Recife es en marzo. Y no solo porque es temporada baja de turismo sino porque es cuando tiene lugar su famoso Carnaval. Durante once días, Recife y la ciudad colindante Olinda, festejan el renacimiento de las tradiciones y de la memoria histórica. Tienes que tener en cuenta que, tanto si es en éstas o en otras fechas cuando la visites, no debes marcharte de Pernambuco sin conocer Olinda, ciudad declarada Patrimonio Mundial de la Unesco en 1982.
Tanto Recife como Olinda están entre las ciudades más antiguas del país, pero, mientras el skyline de Recife es una línea de rascacielos modernos, el de Olinda es el de una ciudad colonial declarada también capital cultural de Brasil.
Además del carnaval, el punto culminante en el calendario de Olinda es el festival de música clásica que tiene lugar en septiembre.
De este lugar podemos destacar que se ha convertido en territorio de peregrinaje de artistas y gente bohemia que ha encontrado en él un paraíso para refugiarse de la vorágine ciudadana. Por sus calles es ahora más fácil encontrar talleres artesanos y puestos ambulantes (con los muñecos de arcilla típicos de la zona), y posadas y hoteles con mucho encanto. Permanecer en Olinda un par de días hará de tu viaje a Pernambuco una experiencia indescriptible.
Al sur de Recife está Porto de Galinhas, ciudad denominada con este curioso nombre porque era el principal lugar de entrada de esclavos. Cuando la esclavitud se abolió, se siguió comerciando con ellos, y para disimular el contenido de los barcos, trasladaban también en ellos gallinas de Angola. Al llegar a los arrecifes, lo que se anunciaban como reclamo eran esas gallinas. Los terratenientes conocían la contraseña y sabían que una nueva carga de esclavos acababa de arribar. Se acercaban hasta allí y los compraban para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. Hoy las gallinas negras son el símbolo de la ciudad.
Si visitas esta ciudad no olvides preguntar a tu guía turístico por sus antepasados. La mayoría de los descendientes de estos esclavos son quienes se dedican hoy a enseñar la ciudad a los turistas.
Porto de Galinhas es un destino perfecto para los amantes del mar. Su playa ha sido elegida nueve veces como la mejor de Brasil y es un lugar ideal, además, para practicar surf y buceo.
Si el deporte no es lo tuyo, pero quieres realizar alguna excursión puedes preguntar por las que realizan en jangadas (balsas de troncos) por el estuario del río Maracaípe. En ellas podrás contemplar los caballitos de mar, que se pueden ver, pero no pescar.
La quinta ciudad con mayor población de Brasil (unos 3 millones de habitantes) es Fortaleza.
El origen de su nombre no es difícil de adivinar: fue fundada en 1649 por los holandeses para repeler los continuos ataques portugueses. Su nombre originario era Fuerte Schoonenborch y cuando los portugueses recuperaron su dominio la rebautizaron con un nombre un poco más largo: Fortaleza de Nuestra Señora de la Asunción.
En esta ciudad se puede visitar la antigua edificación bélica, ahora usada como cuartel militar; la Catedral Metropolitana de San José, inaugurada hace menos de 40 años, y la Plaza de José de Alencar, en la que se ubica el teatro del mismo nombre. También en Fortaleza encontramos una antigua prisión reconvertida en centro de turismo y arte. Este mercado compite en afluencia con el Centro de Artesanía, el Centro Dragão do Mar y el Mercado Central. En este último podrás acceder a cuatro pisos repletos de pequeñas tiendas y, fijándote un poco, conocer en directo el trabajo de las rendeiras, quienes hacen encaje de bolillos, una de las artesanías heredadas de sus antepasados portugueses.
El último tramo de tu viaje debe hacer escala en Fernando de Noronha, un archipiélago volcánico a 550 kilómetros de Recife formado por 21 islas e islotes que brotan desde una profundidad de 4.000 metros.
Aquí encontrarás un Pernambuco desconocido, con naturaleza en estado salvaje, piscinas naturales, bancos de peces, delfines, tortugas o esponjas.
En sus aguas color esmeralda podrás contemplar 15 de las 18 especies de corales existentes en el planeta, un regalo submarino imprescindible si has llegado hasta esta parte del mundo.
Fernando de Noronha constituye uno de los principales santuarios ecológicos del mundo. Sus atractivos son tantos que, según dicen, para disfrutar de verdad de todos sus encantos, se necesitan al menos cinco días de estancia aquí.
Y ahora, tras este recorrido por Pernambuco, ¿eres capaz de situarlo en el mapa? Si es así, felicidades. Has sucumbido a sus encantos.