Dos días son suficientes para acabar completamente enamorado de una de las capitales más bellas de Europa, Budapest. El flechazo es inmediato al pisar cualquiera de las orillas del Danubio. En 1873, con la unión de las ciudades Obuda, Buda y Pest, nació Budapest, segunda ciudad en importancia en el Imperio Austrohúngaro (después de Viena) y lugar de visita obligada para todos aquellos viajeros dispuestos a recorrer edificaciones históricas y a degustar bocados exquisitos y únicos en el mundo
Si apenas dispones de 48 horas en Budapest para perderte entre sus encantos, debes programar bien el recorrido. Aunque hay mucho que ver, tendrás tiempo suficiente para disfrutar de todos los secretos que guarda esta gran ciudad.
Recomendamos empezar la ruta visitando el barrio judío de Pest, lugar en el que se ubica la Gran Sinagoga de la Calle Dohány.
Esta sinagoga, la mayor de Europa y la segunda más grande del mundo después de la de Nueva York, es de estilo bizantino-morisco y fue construida a mediados del siglo XIX por el arquitecto vienés Ludwig Föster.
Visitar este impresionante templo nos ayuda a conocer con más detalle la historia de la ciudad y parte de lo que aconteció allí durante la Segunda Guerra Mundial.
La entrada adquirida para visitarla te permite también acceder a la iglesia y al museo, en el que podrás encontrar el Árbol de la Vida, una escultura similar a un sauce llorón en el que cada hoja lleva escrita el nombre de un judío asesinado durante el Holocausto. Esta escultura fue construida en 1991.
Si en esta misma zona te encuentras callejeando entre viejos inmuebles en ruinas, adelante: has llegado a los denominados “bares de jardín”, pubs de estética similar a casas okupas pero de gestión privada. Parecen decorados de películas de los años 90: grafitis en las paredes, mobiliario reciclado, monitores de ordenador colgando de las paredes… No dejes de entrar al Szimpla, el más visitado de todos ellos: tres plantas, terraza de grandes dimensiones y cientos de pequeños recovecos adornados por todo tipo de atrezzo.
Otro de los barrios más transitados es la Avenida de Andrássy. En él se encuentran mansiones, palacios y muchos de los rincones más emblemáticos de Pest. Este bulevar fue declarado en 2002 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco gracias a las bellas fachadas de las casas y palacios renacentistas que conserva. La avenida recibe su nombre del primer ministro de la época, que hizo grandes esfuerzos por convertir Budapest en una metrópoli. Además de las bonitas edificaciones, merece especial atención todo el entorno de la avenida, minuciosamente diseñada. De casi dos kilómetros y medio de largo, la avenida se construyó siguiendo el modelo de los bulevares franceses, y originalmente tenía carriles separados para los caballeros.
Una de las particularidades de Andrássy son las barandillas de hierro forjado de las escaleras que conducen al primer tren subterráneo del continente europeo, de más de 125 años, que sigue funcionando hasta nuestros días.
La Avenida de Andrássy conecta la Plaza Erzsébet con la Plaza de los Héroes, una zona dedicada por completo a establecimientos de lujo y restaurantes de moda. En la Plaza de los Héroes, además de recrearte en los escaparates, debes acercarte a admirar las estatuas de los líderes de las siete tribus magiares fundadoras de Hungría. Curiosamente, esta zona es también la arteria bikefriendly más importante de Budapest, por lo que, si te animas a pedalear, podrás hacerte un recorrido interesante en un medio de transporte rápido y ligero.
A pocos metros, encontramos otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad: la Ópera de Budapest. Ornamentada en su exterior con esculturas de famosos músicos y compositores, es conocida también como Opera Nacional de Hungría, y es considerada una de las óperas con mejores acústicas del mundo.
A muy pocos pasos, alzamos la vista y observamos el Parlamento Húngaro, el tercer parlamento más grande del mundo después del de Rumanía y Argentina. Como curiosidad no está de más saber que quién diseñó los planos para su construcción, Imre Steindl, se quedó ciego unos meses antes de la inauguración. Es por ello que admirar con detenimiento la obra es el mejor homenaje que podemos rendir a su creador.
En este recorrido, no puede faltar la visita al Museo de Bellas Artes. Si se dispone de mucho tiempo, se pueden admirar más de cien mil piezas en su interior. Si, como en nuestro caso, apenas contamos con unas horas para conocerlo, no está de más acercarse a contemplar la colección española que alberga, entre otros, siete cuadros de El Greco.
Hasta la construcción del Puente de las Cadenas, el Danubio solo se podía cruzar en barco o, en los meses de frío, caminando sobre sus aguas heladas. Pero en 1849, y tras 20 años de obras, se inauguró está pintoresca pasarela que une las ciudades de Buda y Pest. Aunque oficialmente es conocido como Puente Széchenyi en honor a su creador, el conde István Széchenyi, todo el mundo lo llama el Puente de las Cadenas ya que en él los cables principales fueron sustituidos por eslabones rígidos. Es considerado el símbolo de Budapest.
Si cruzamos el puente hacia Buda llegaremos hasta el Castillo de Buda, una imponente edificación también conocida como Palacio Real. Fue hogar de reyes húngaros, escenario de conflictos bélicos y punto de encuentro de lo más selecto del mundo artístico, intelectual y aristocrático de la sociedad renacentista de Europa Central. Actualmente, su interior alberga la Biblioteca Széchenyi, la Galería Nacional Húngara y el Museo de Historia de Budapest. Una vez aquí merece la pena disfrutar de las vistas que tenemos desde la colina y, por la noche, sorprenderse con el imponente conjunto que forma con el Puente de las Cadenas, cuando todo se encuentra iluminado.
El Bastión de los Pescadores es otro de esos puntos de la ciudad que vas a querer compartir en todas tus redes sociales. Se trata de una terraza de estilo neogótico y neorrománico con un mirador. Desde él se puede contemplar Pest en todo su esplendor. Te van a sorprender las siete torres que lo coronan y que representan, al igual que las estatuas que habíamos visitado en la Plaza de los Héroes, las siete tribus magiares que llegaron a Hungría en el año 896.
Si te has quedado con ganas de andar un poco más y te gusta callejear, en la colina de Buda puedes encontrar intrigantes callejuelas por las que andar sin rumbo durante un buen rato.
Una de las noches de este viaje debe estar obligatoriamente reservada para dar un paseo en barco por el Danubio. Ver la arquitectura de la ciudad iluminada mientras degustas un plato típico húngaro es uno de los mayores placeres a los que puede aspirar cualquier turista en la vida. Lo recomendable es embarcar al atardecer y, además de disfrutar de una bella puesta de sol, recorrer de noche todos los puentes, monumentos y edificios iluminados.
Y ya que andamos metidos en ambiente acuífero, otro de los planes imprescindibles para sentir Budapest en la piel es acercarse a uno de los balnearios que pueblan la ciudad. Los más reconocidos son el de Széchenyi y el de Gellért. Este último cuenta con una piscina de olas puesta en servicio en 1927 como una peculiaridad del balneario y de Europa.
La gastronomía húngara no está hecha para estómagos sensibles. Es muy habitual el uso de especias y condimentos en la mayoría de sus platos. El ingrediente más popular es la paprika o pimiento, tanto dulce como picante, que se puede encontrar en cualquier receta.
El plato más típico de Hungría es el “gulash”. Se trata de un guiso preparado a base de carne, legumbres, verduras y, por supuesto, aderezado con paprika.
Si tienes la suerte de toparte con alguna feria de comida callejera (en la Plaza de Vörösmarty a veces se celebran algunas), no dejes de picotear entre sus puestos. Además del gulash, podrás probar las salchichas, los chorizos, el lángos (pizza de patata con diversos ingredientes) o los kúrt skálacs, canutillos de crema con canela y caramelo.
Y es que la pasión de los húngaros por los dulces ha permitido a Budapest contar con algunas de las mejores pastelerías y cafeterías de Europa.
En esa misma Plaza de Vörösmarty, una de las más importantes de la ciudad, se encuentra la famosa Pastelería Gerbeaud, un buen lugar para degustar la mejor tarta Dobos de Hungría, la favorita de Sissi Emperatriz.
La cultura vinícola de la región no es nada desdeñable. La riqueza de la viticultura húngara es un descubrimiento que muy pocos viajeros tienen la suerte de tener.
El vino más famoso del país es el Tokaj, un caldo dulce que, según dicen, ha sido halagado por reyes, papas, poetas y espías. El área en la que se produce fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2002. Pero además de este vino dulzón, el país cuenta con otras 22 áreas de producción vinícola, lo que nos da una perspectiva de la riqueza de su producción. Hacer un gastrotour en alguna de las bodegas ubicadas en Budapest es una buena manera de despedir el viaje.
Budapest es un destino encantador, íntimo y accesible; una ciudad que conquista cuando la conoces, que te acoge desde que aterrizas y que te invita a pasear por ella con una grandeza difícilmente superable.
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