Siempre se ha dicho que hablar bien otro idioma distinto al propio te abre muchas puertas, especialmente en el mundo profesional. Pero hoy en día esta afirmación tiene más vigencia que nunca. Y es que, las nuevas generaciones cada vez están más preparadas y, en un mundo tan globalizado como en el que nos ha tocado vivir, las relaciones y transacciones internacionales ya no son algo extraño, sino más bien la tónica habitual.
Cada vez son más las compañías, grandes y pequeñas, que deciden ampliar su mercado y se lanzan a la captura de clientes en otros países. La internacionalización es un hecho que está aquí para quedarse y continuar creciendo, y por ello las empresas valoran cada vez más el conocimiento de idiomas extranjeros. Y ya no basta con el clásico – y socorrido en los CV – “nivel medio” de inglés. Ni siquiera con el francés, italiano o alemán. Las economías emergentes son una gran oportunidad, e idiomas como el chino o el ruso se hacen cada vez más necesarios.
También se suele decir que cuanto más pequeño se empieza a estudiar un idioma, más fácil resulta su aprendizaje, y por ello algunas autonomías han implantado la enseñanza bilingüe desde edades muy tempranas, con resultados prometedores. Pero que haber abandonado la infancia hace ya algunos años no te desanime. Muchas empresas especializadas en la enseñanza de idiomas extranjeros cuentan con novedosos sistemas dirigidos a todo tipo de público: desde jóvenes que necesitan un refuerzo, a profesionales que lo requieren para mejorar sus opciones laborales, sin olvidar a esas personas de cierta edad que han visto cómo sus hijos debían abandonar el país durante la crisis, y ahora tienen nietos con los que les cuesta comunicarse.
Los llamados “programas preuniversitarios”, por ejemplo, están dirigidos a estudiantes motivados y con un buen nivel de inglés, que deseen vivir una experiencia universitaria y adquirir conocimientos y vocabulario de materias específicas, como Liderazgo, Derecho Internacional o Economía, entre otras. Se desarrollan en universidades mundiales de reconocido prestigio, entre las que destacan Georgetown, Berkeley y Harvard en Estados Unidos, y Oxford en Reino Unido.
También en centro de primer nivel de estos países, conviviendo con nativos, se desarrollan los “programas vacacionales”, que se dirigen a alumnos con un nivel de inglés intermedio interesados en desarrollar su vocación a través de la realización de cursos especializados en determinadas materias (Informática, Arte, Teatro, Fotografía o Liderazgo, por ejemplo), y que se combinan con la práctica de deportes.
Sea cual sea el motivo por el que quieres aprender una nueva lengua, ten en cuenta que la mejor forma de perfeccionar los conocimientos adquiridos es viajando a un país donde se hable dicha lengua, y si es con un curso de inmersión, aun mejor.
Es evidente que determinadas lenguas, dada su distribución geográfica, tienen muy limitados los países en los que poder hacer un curso de idiomas. Así, parece evidente que para perfeccionar tu alemán, chino, italiano, japonés o ruso la elección lógica es Alemania, China, Italia, Japón y Rusia. Pero la cosa cambia cuando se trata del francés y, sobre todo, del inglés.
Francia ofrece distintos ambientes para estudiar su lengua: Desde el glamour que rodea a las míticas localidades de Cannes y Niza, a la basta Historia de Montpellier y París. O desde los paisajes de la campiña que rodea Aix-en-Provence, a las olas que te permitirán practicar surf en Biarritz.
¿Y por qué no aprender francés en los Alpes Suizos? ¿O en un encantador pueblecito belga? Y si eres un urbanita empedernido, Montreal es tu lugar – no en vano, esta localidad canadiense es la segunda mayor ciudad francófona del mundo, sólo por detrás de la mismísima París -.
El inglés es la lengua universal, y como tal puede ser estudiada casi en cualquier país del mundo, aunque la opción número 1 debería ser su cuna, el Reino Unido. Podrás hacerlo en localidades históricas como Canterbury, Edimburgo o York; en ciudades vibrantes como Leeds, Liverpool o Manchester; en referentes educativos como Cambridge y Oxford; y, por supuesto, en la cosmopolita Londres.
Para muchos, el mejor inglés se aprende en Irlanda – y eso que cuentan con lengua propia, el gaélico -, y Dublín, Cork y Galway son tres opciones perfectas para ello. Otro país que se ha puesto de moda para estudiar la lengua de Shakespeare en un ambiente muy mediterráneo es Malta.
En Estados Unidos tienes igualmente infinitas oportunidades. Podrás combinar estudio y playa en ciudades como Los Ángeles, Miami, San Francisco o San Diego; codearte con la élite educativa en Georgetown, Harvard y Princetown; disfrutar de la Historia en Boston o Washington; o de una auténtica inmersión cultural en Chicago y Nueva York.
Vancouver en la Costa Oeste y Toronto en la Costa Este, son dos magníficas opciones en Canadá. Y ya puestos a desplazarnos bien lejos, Australia cuenta con ciudades tan pujantes como Brisbane y Sydney. Y en Sudáfrica, la turística Ciudad del Cabo recibe con los brazos abiertos a quienes llegan a ella para aprender inglés.
Los métodos para aprender una lengua extranjera son de lo más variado, y van desde las típicas clases en grupo con profesores nativos, a las clases particulares y de conversación, los campamentos de verano, los cursos en el extranjero, las estancias con familias locales, etc.
Sin embargo, existen otras formas menos “convencionales” que quizás puedan interesarte. Por ejemplo, a bordo de un barco velero mientras surcas las cálidas aguas del Mar Caribe. O realizando una actividad de voluntariado en Sri Lanka, ya sea ayudando en programas educativos o de conservación de elefantes o tortugas.
Salvo que puedas extender tu estancia por un periodo prolongado de tiempo, lo normal es que tu curso en el extranjero tenga una duración corta, por lo que es muy importante tratar de exprimir el tiempo al máximo para que tu experiencia sea lo más provechosa posible. Aquí tienes 10 consejos y aspectos a considerar que espero que te sirvan, la mayor parte de ellos basados en mi propia experiencia
– La importancia del destino. Ya que vas a estar un periodo más o menos largo en otro país, y haciendo algo (estudiar) que, según tu edad, o haces todos los días o quizás hace mucho que lo superaste, ¿por qué no en un lugar interesante? Te en cuenta que no todo van a ser clases, y que el día tiene muchas horas que rellenar, así que mejor estar en un sitio que te ofrezca actividades que te interesen.
– La confianza y seriedad del organizador. Este tipo de experiencias requieren de un alto grado de organización, ya que implican muchos factores: desplazamiento, alojamiento, seguro médico, profesores titulados, familias de acogida, actividades extraescolares, etc.
– Olvida tu lengua materna. Todos tenemos tendencia, especialmente los españoles, a hablar en nuestra lengua a poco que tengamos oportunidad. Y si estamos en un curso con otros españoles, con más motivo. Pero si realmente queremos sacar provecho de nuestra experiencia en el extranjero, tendremos que vencer la tentación y hablar en el idioma que estemos aprendiendo incluso con nuestros compatriotas.
– ¡Fuera vergüenza y miedo a preguntar! Si te cortas a la hora de hablar por temor a hacerlo mal o no pronunciar correctamente, o si te callas las dudas que te surjan, no conseguirás avanzar. No es momento de ser vergonzosos, sino más bien “echa pa’lante”.
– Ten paciencia. Aprender otro idioma no es fácil ni rápido, así que deberás ser paciente y perseverante. Al principio puede que te sientas perdido, pero es normal y, aunque no lo creas, normalmente tu cerebro está asimilando más de lo que crees. Aún recuerdo el primer verano que fui a estudiar a Inglaterra; yo pensaba que hablaba bien inglés, hasta que se dirigieron a mí la primera vez… ¡casi me echo a llorar porque no entendí nada! Me quería volver a casa en el primer vuelo disponible. Pero fue sólo la primera impresión, pronto todo mejoró.
– ¡Nada de pellas! Es muy importante estar muy atento en las clases, ya que suelen ser muy intensas y exigentes (sobre todo en los cursos de menor duración). Y lo dicho, no te quedes con las dudas que te puedan surgir. Más vale pecar de pesado que de callado. Al fin y al cabo, probablemente no volverás a ver a tu profesor/a .
– Los deberes son necesarios. No basta con estar atento en clase; es conveniente repasar a diario lo aprendido. Y a veces resulta harto difícil, porque las distracciones son numerosas (unas cervezas a la salida de clase, una fiesta internacional, visitar ese museo o mercadillo del que tanto te han hablado…), pero es muy importante para asimilar conceptos y para poder poner en práctica lo aprendido cuanto antes.
– Empápate de la cultura local. Leer periódicos y revistas locales, escuchar la radio o ver la televisión, ver una película u obra de teatro, son pequeños gestos que ayudan mucho para perfeccionar el acento y aprender expresiones y giros del lenguaje.
– Rodéate de lugareños. Conocer gente de todo el mundo en tu misma situación siempre resulta tentador y divertido, pero guarda siempre tiempo para tratar de relacionarte el máximo tiempo posible con los locales. Y si tienes la suerte de entablar amistades que perduren en el tiempo, te servirán para seguir practicando el idioma que tratas de aprender. Yo hace ya casi 30 años que llegué a una casa en un pueblecito en mitad de Inglaterra para aprender inglés, y desde entonces son mis “padres y hermanos ingleses” y me siento uno más de la familia.
– Desconecta. Hoy en día estamos casi perdidos sin nuestro smartphone, pero piensa que todo el tiempo que pasas mirando a una pantalla, o escuchando música con los auriculares puestos, es tiempo que no estás empleando en conocer todo lo que el sitio en el que estás puede ofrecerte, ni compartiendo una buena charla en el idioma que quieres aprender con sus habitantes. Y si eres un profesional que vive pegado a su teléfono, tienes una excusa única para olvidarte por unos días de los problemas de la oficina.
Let’s go! – On y va! – Andiamo! – Mach das! – ¡Vamos!
¿Y tú? ¿Has estudiado un idioma en otro país? Esperamos que te animes a ir a otro o te estrenes en esta aventura